Antídoto contra rutina.

Probablemente te suceda, de vez en cuando, cada ciertos días…no tiene sentido tu vaga rutina.  Te sacudes el polvo de la noche anterior, te entorpeces y tropiezas con los zapatos tirados. Te estiras, desprendes un bostezo que  suena como el rugido de tu alegría interior queriendo salir. Pero no, no basta el ir y venir, el dormir y comer. No basta con solo sonreír porque sí…

Caminas en zigzag queriendo cambiar el ritmo de siempre. El sol se ve igual en el mismo cielo igual, con las mismas nubes iguales, blancas, pálidas, con su lento movimiento, con sus sombras habituales y tristes. Están tristes por el bosquejo de tus ojos que una vez las miraron diferentes, cuando no eras sólo tú y tu monotonía, cuando existías de un modo diferente, cambiante, radiante, peligroso.  Ahora subes las escaleras, saludas, y respiras profundo. Quedan grabadas en tu alma estas cosas ilusas, mezquinas, impotentes.

Llega la tarde, te arrepientes de haber escogido este camino, en vez del otro.. o del otro… porque ahora la ves, sentada, despistada, con esa sonrisa de siempre, esa que nunca es igual. Esa sonrisa que cambia y te transforma, que te causa un pequeño dolor en el fondo de la garganta. Que te agita los nervios, la imaginación, tu todo. Y el dolor es intenso, no se esfuma. 

El resplandor de la luna golpea tu cara, y  se posa una sonrisa boba, alelada…tus ojos brillan como si fuesen a llorar, no puedes evitar sentir esto, esta eterna fascinación.

Hoy la recuerdas, sin temor a nada, ella y tú buscando sueños en el cielo. 
Sin tiempo, se desvanece el aburrimiento…